Los insectos tienen una vida equiparable a una danza:corta, efímera e intensa.
Cuerpos que sostienen arquitecturas, como los humanos lo hacemos con nuestras corazas invisibles, con nuestros caparazones y cargas cotidianas.
En esta pieza se tratará de armonizar lo desgarrador con la sutil belleza de lo que acontece en los escenarios minúsculos e improvisados de la naturaleza. Ese «ying /yang» en permanente diálogo.
¿Qué pasaría si los humanos viviésemos, cada día, con el recuerdo del memento mori de un insecto primitivo?
Quizá nuestra vida, también efímera, podría presentarse como un atávico y sublime baile. Bailar, vivir conscientemente.
“Me apasiona la vida de los insectos, allí está todo Shakespeare y Sade…”
(Luis Buñuel)