Naturaleza y cuerpo, dos canales de energía. ¿Qué sucedería si las alteraciones en los equilibrios de la naturaleza, de los ecosistemas, fuesen interiorizados, absorbidos de algún modo, por un cuerpo? Una comunicación telúrica entre continente y contenido, una interlocución entre la naturaleza, como emisora, y el cuerpo como receptor. Receptor de su contemplación, de las resonancias de la tierra, de los estrépitos de las aguas, de sus murmullos, sus cantos, en definitiva, de su mensaje. La orquesta propia de un humedal, resonando en el organismo de un danzante. Una conmovedora y atenta escucha de los ciclos de la naturaleza, de sus elevaciones y de sus declives que, finalmente, podrían terminar en un seísmo corporal que viniese a traducirse como: «estoy aquí. Soy la naturaleza. Vosotros y vosotras, escuchadme, escuchad mi orquesta sísmica. Tenemos que hablar».